Un día cualquiera (o tal vez fuera noche), después de mucho tiempo ocultado bajo la eterna noche que solo puede ofrecer un lugar cerrado y oscuro, conseguí resurgir de tal letargo de manera insospechada.
Durante toda la noción que tengo de existencia me había encontrado en esa cueva. Si soy sincero la verdad es que no se a ciencia cierta si realmente me encontraba en una cueva o no, pero así es como me gusta recordarla.
Mi vida en el interior de dicha “cueva” era curiosa, o lo sería para una persona del exterior. En cambio para mi, que había vivido siempre en su interior resultaba de lo mas normal, pues uno no puede echar de menos aquello que no conoce. La orientación se basaba en el tacto, la memorización de los rincones ya explorados y en el oído. Gracias a no haber usado nunca mi visión mis otros sentidos se amplificaron y conseguía oler, tocar y oír con mucha precisión. El perpetuo ocaso en el que vivía me obligó a desarrollar una técnica de orientación mejor a la de palpar a tientas. De modo que, producía un chasquido con mi legua en el sentido hacia el que me quería desplazar. Aguzaba el oído y escuchaba el rebote de este contras las cavidades de la cueva. Gracias a la ecolocalización conseguía hacerme un mapa mental de mi entorno y desplazarme de la manera mas eficiente posible.
Pero mas curioso que la manera en la que me movía era la manera en que soñaba. Alguien que nunca ha visto no puede imaginar siluetas ni mucho menos acciones. Mis sueños se componían de oscuridad y ecos o tactos diferentes o que había sentido el día anterior.
Cuando por fín logré salir el mundo me deslumbró. Me costaba ver y distinguir todas esas luces, colores y siluetas que hasta ahora solo había podido descifrar por el tacto y el sonido del eco al chocar contra ellos.
Recuerdo que las personas que me sacaron de aquel lugar me pidieron que cogiera un objeto que yo no conocía. Para que pudiera distinguirlo que era el redondo de color rojo. ¡Pero yo no sabía que color era el rojo ni tampoco que forma era redonda sin tocarla! Aquello les debió parecer muy gracioso, pues a ellos acudieron unas fuertes risotadas que intentaron ahogar. No me ofendió, y cuando se dieron cuenta su risa dejó de contenerse y la lucieron sin miedo mientras me daban palmadas.
No tardé en acostumbrarme a aquel nuevo sistema y estímulo que estaba descubriendo. Aunque el idioma en sí no tarde mucho en aprender lo básico debido a que siempre me había considerado una persona muy curiosa. Era diferente acostumbrarse a tantos estímulos visuales. Al principio toda esa luz súbita me provocaba mucho dolor de cabeza y jaquecas, de modo que me hicieron llevar gafas. Cuando por fín me acostumbre a la luz natural pude ver algo precioso y maravilloso. Ante mi, un despliegue de colores desfiló ante mi campo visual y danzo por mis córneas produciéndome un leve cosquilleo en la retina.
Dijeron que me habían internado en algo llamado centro de menores. El objetivo era integrarme y ver como me comportaba con otras personas.
Cuando mas adelante, con el paso de muchos meses... o quizás incluso algún año, pudieron ver mis reacciones en la mayoría de situaciones posibles. Me clasificaron como una persona pensativa y solitaria. Pero podía socializar con otros sin ningún problema. Las costumbres sociales se me escapaban y me parecían alienígenas en ocasiones, pero en general me adapté lo suficiente como para que me trasladaron a un internado/centro de adopción. Nunca lo dije en voz alta, pero yo lo denominaba internamente La Cárcel. Yo había vivido siempre en un sitio donde era libre de moverme a mis aires, de modo que ese sitio que restringía mi movilidad no me agradó.
En este periodo de mi vida me sentí muy confuso por lo políticamente correcto y las conductas sociales. En una ocasión un chico me comentó que otro le irritaba. Mi reacción fue bastante cortante y desde ese día se volvió hostil conmigo y no entendí por qué. Mi respuesta fué: “¿si no te cae bien por qué no se lo dices? Realmente no creo que le desagrade demasiado, tu tampoco eres un gozo de compañía” Supongo que es difícil comprender que no lo dije con intención de ofender, simplemente me pareció la respuesta mas sincera. Pensé que esa respuesta sería la mas valorada y útil que podía darle, además no tenía ningún sistema de restricción, no sabía que comentarios estaban bien y cuáles no.
Muchos años después logré salir del centro de adopción, al ser mayor de edad. Muchas familias se interesaron por mi pero era difícil que me adoptaran. En una ocasión, cuando ya me había mudado a mi nueva casa, le dije a mi “madre” que no me gustaba su comida, que la prefería mas cruda y la suya estaba asquerosamente quemada. Su respuesta fué algo así como: “ Tú eres el salvaje aquí y si quieres adaptarte comerás lo que yo te diga”. Yo le respondí que si adaptarme consistía en volverme una gorda declinaba su oferta, pero que gracias. Al dia siguiente me “devolvieron” y utilizaron esa misma palabra, como si yo fuera un perro o un producto defectuoso.
Con el tiempo perdí las esperanzas de conseguir una familia, aunque la verdad es que tampoco me molestaba. Para mi el concepto de madre o padre me era totalmente ajeno. Además sospechaba que tendría algún problema con tener que hacer todo lo que me dijeran. Las cosas que había oído dentro del orfanato no me gustaba nada. ¿Cómo podía ser que aquellos niños quisieran un ser mandón que les dijera todo lo que hacer y se los pagara con “amor”? Yo había vivido toda mi vida sin eso que llamaban amor y era feliz sin él, de modo que me parecía un mal trato.
En una ocasión, después de haber salido de aquel sitio, me subí a un bus. Un hombre se sentó en el asiento reservado para minusválidos y embarazadas. Una de las últimas entró en vehículo. Me acerqué al hombre que estaba sentado. Le dije: “”¿no crees que sería educado cederle el sitio?”. Él me contestó: “Oye tío déjame en paz”. Pero insistí: “ En Serio, aunque estés mas gordo que esa mujer y no tengas excusa para estarlo, deberías cederle el sitio”. El hombre se levantó y me echó del autocar, donde me dió una paliza...
Me sigue pareciendo curioso. Veo el mundo como me parece que debe ser visto y sin embargo todos los que me rodean me juzgan por ello. Loco me llaman, pero no se dan cuenta de que los locos son ellos.